Desde hace ya varios años la modernidad electrónica y la era digital vienen pisando fuerte en todas las industrias, negocios y profesiones, impulsando una transformación en la manera en que tradicionalmente se han venido operando estos grandes rubros. Sin querer entrar en detalles, bastaría con decir que ésta era digital y tecnológica en la que estamos viviendo está cambiando a un paso más que acelerado mucho de lo que ya estaba establecido en la vida y se daba por sentado para funcionar de cierta forma. Uno de esos grandes cambios se ha dado particularmente en el área de la comunicación, tanto en la pública y masiva, como en la privada. Hoy en día por ejemplo, tanto los medios de comunicación como los particulares nos comunicamos de diferente forma y por diferentes vías con nuestros interlocutores.
Los servicios de mensajería electrónica han estado presentes entre nosotros desde hace muchos años, a través del correo electrónico y de los mensajes telefónicos sms, por citar algunos, y a últimas fechas también a través de aplicaciones digitales (apps) tales como WhatsApp, Messenger y otras similares, he incluso también a través de los espacios digitales conocidos como redes sociales, donde podemos encontrar como destacadas a Facebook, Instagram y twitter, entre muchas otras.
A través de estas plataformas se comparte mucha información por los usuarios, alguna textual y otra gráfica; alguna totalmente privada, como los correos electrónicos, y otra semi privada que es prácticamente pública, como las fotos, videos y comentarios expuestos en redes sociales. Gran parte de nuestra comunicación cotidiana a migrado hacia estos canales; constantemente se genera información en estas plataformas y se documentan conversaciones que contienen compromisos, contratos, adeudos, pagos, transferencias, adquisiciones, ofensas, promesas, infidelidades y hasta delitos, que bien pudieran servir como prueba en un juicio para demostrar alguna
cuestión en particular e influir de una manera importante en su resultado. Sin embargo, el ritmo que siguen las comunicaciones y/o divulgaciones electrónicas o digitales, su practicidad y su intangibilidad, rebasan por mucho la capacidad de los órganos jurisdiccionales para valorarlos con esa simpleza y otorgarles valor probatorio.
A pesar de que la ley contempla desde hace muchos años que este tipo de contenidos y comunicados pueden ser ofrecidos y tomados en cuenta como prueba en casi todos los juicios, la realidad es que en México aún resulta muy difícil procesar este tipo de pruebas, puesto que para otorgarles fiabilidad requieren de una validación pericial en materia de informática que por lo general tiene un costo sobresaliente que debe ser cubierto a costa del interesado en el desahogo de la prueba, sin ninguna garantía de que el resultado de la pericial sea el esperado, lo cual les quita la simpleza a estas pruebas al volverlas costosas y técnicas. Entonces, que un juez les de valor probatorio a fotos o mensajes de texto enviados por medio de un teléfono celular no es tan fácil como parece en un principio.
La gran mayoría de los tribunales del país no están acostumbrados a procesar este tipo de pruebas, ni los abogados a aportarlas, por su naturaleza e inconveniencia, y se vive por todos de una manera resignada al respecto. Sin embargo, resulta extraño que sigamos en esa aletargada realidad cuando hoy en día hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación tiene una fan page en Facebook donde divulga públicamente toda clase de información relacionada con su función. ¿Es realmente la Suprema Corte quien lo publica, o deberíamos de validarlo con una prueba pericial en informática?, ¿es oficial lo que ahí se comparte y entonces la vincula, o no?; que paradoja.